Cómo lavé?

Los dos hombres entraron después de ser anunciados como gente del gobierno. Antes de que les ofrecieran asiento anticiparon su brevedad. “no le molestaremos mucho”. Y pusieron el cheque sobre la mesa, un cheque lleno de ceros, tantos que jamás lo hubiera concebido en su miserable vida pasada. La torpeza o el asombro hizo que el café tan desabrido que bebía le estropeara su nueva camisa. “es fácil, usted firma, el gobierno construye el aeropuerto, se vuelve millonario y todos salimos ganando, ¿me entiende?”. Dijo que no sabía de qué se trataba aquello, que no sabía leer y que bien podría estar firmando su sentencia de muerte. El agente le dio una palmadita en el hombro y armó una sonrisa burlona. “usted no se apure, cuando firme usted le hará un favor a la patria, nosotros le daremos una suma impresionante de dinero y usted podrá entrar en sociedad, así de fácil”
“yo aquí nací, aquí crecí y aquí me pienso podrir sembrando maíz, no quiero ningún trato con el gobierno, yo nunca les he pedido nada y ahora quieren dármelo todo. No me vengan con mama…” el otro agente pareció perder la paciencia y lo tomó del cuello. “Mire, señor don pendejo, le sale más barato, al fin será alguien… Además ya sabemos quien le financió la siembrita, al gobierno nadie lo hace pendejo. ¿O prefiere podrirse en la cárcel por andar lavando dinero? Y firmó. Y su vida pasada fue un surco que deshizo el viento. Y como en aquel lugar ya no cabían, hicieron el viaje a la capital, en donde está la gente de dinero.