miércoles, 21 de abril de 2010

Leí un libro que se llama filosofía del tedio. Lo encontré, como muchas cosas que encuentras, por mera casualidad. Sin embargo, creo, algunos ya estamos muy viejos para creer que le siguen pasando casualidades. Aunque, debo reconocerlo, me gustaría creer que así es todo: una mera casualidad. ¿Es soltarle mucho la rienda al destino, no creen? En fin. Supongo que ese libro llegó a mis manos en el momento en que más lo necesitaba, en el instante justo en el que podía entenderlo y valorarlo y compartirlo y adueñármelo. Lo compré en Los Mochis, en una triste librería que acaban de abrir de la cual no quisiera decir que está condenada al fracaso. Decía, para seguir haciendo algo, que este libro me sirve, y mucho, para muchas cosas. Si estuviera capacitado para hacerlo les contaría de qué va. Quede este documento balbuceante como manifestación del entusiasmo que no puedo traducir en palabras. Sentiría que atento contra él y contra mí mismo. Cómo si esto último no lo hiciera tan a menudo. Verán. Hace unas semanas estaba jugando dominó con un amigo, para más señas le dicen Don gato, en una cantina. Un tertuliano, de esos que cuando menos te lo esperas ya saben todos los pormenores de tu vida, observaba con delicadeza cada uno de los movimientos. Mientras teorizaba, según yo, sobre el amor, estableciendo una analogía endemonia que sólo yo entiendo entre las relaciones amorosas y el póker texano, lanzaba cada una de mis fichas. Bueno, me dijo el tertuliano, no sé si estás pendejo o te gusta jugar contra ti mismo. Me reí tímidamente pensando que perfectamente admitía las dos posibilidades. Gané solamente un par de manos, pero en la puntuación me vi terriblemente superado. Hay momentos, lo pienso ahora, en que es mejor levantarse de la mesa de juego y volver otro día. Porque no me negaran ustedes que es inevitable escapar del juego. En mi caso huir es una especie de evasión. Recomiendo, entonces, para aquellos que se sienten como yo, regresar con más paciencia y con la mentalidad de que esos asuntos no pueden ni deben ser tan azarosos. Porque hay momentos en que es mejor guardar las fichas fuertes para lo último. Son las que dan la mano y a la larga te dan la partida. Algo así. Ya imaginarán de que estoy hablando. Saludos hasta Granada.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Válgame, ahora que yo tampoco tengo tiempo de escribir en el blog, también lo hice. El tedio anda en el aire, eh.

Kitsune dijo...

Mejor lea la Fenomenología del relajo.
:)

DIANA-CHAN dijo...

blas:

he vuelto a pasar por aqui, quiza sea el entusiasmo que me da el comerme estos tostitos bien preparados o el echo de leer los comentarios antiguos del blog de la sodomia.

como sea.
saludos.

DIANA-CHAN dijo...

blas:

he vuelto a pasar por aqui, quiza sea el entusiasmo que me da el comerme estos tostitos bien preparados o el echo de leer los comentarios antiguos del blog de la sodomia.

como sea.
saludos.