jueves, 28 de julio de 2011

Cómo pasa la vida, suelen decir los viejos o los que sienten que no han logrado sus metas. Es cuando empieza la retrospectiva y uno mira y piensa que hace mucho tiempo fue feliz porque, además de que tenía todas las extremidades, eran menos las cosas que nos interesaban. Yo recuerdo, por ejemplo, que podía pasar un fin de semana encerrado en mi casa leyendo algún libro y luego tratando de escribir. Esperaba la llamada de alguien, quien fuera, para salir de casa a beber alguna cerveza. Y era feliz, de esa felicidad placentera que uno encuentra en las minucias del mundo. Escuchaba alguna canción, fumaba y después regresaba a casa borracho. Al día siguiente hacía mi vida normal: iba a clases, ponía atención, platicaba con los amigos y reía con todo el cuerpo. Cuando terminaron las clases, empecé a juntarme con menos personas: descubrí el cine, la soledad de las barras de los bares y a un mí mismo que había estado oculto durante mucho tiempo. Debo decir que salió, ese mí mismo, en el peor momento de mi existencia. ¿No lo habré sacado yo, intencionalmente, al pensar que mi vida era aburrida? No lo sé.

Quise en algún tiempo ser rebelde: estar en contra de todo, opinar en contra de todo y sostener que el mundo, con sus dinámicas políticas-económicas-sociales, era una mierda. Incluyéndome a mí como componente insignificante de la gran mierda del mundo. Pero el entusiasmo me duró muy poco y tuve que pasar, apelando a lo que más me convenía, al lado opuesto. En esa época de mi vida tuve una novia, muchos amigos y casi me hago de un perro.

¿Qué es de mí ahora, me pregunto? ¿Qué será de mí mañana? ¿Qué ha sido de mí todo este tiempo? Me imagino que debo de estar medio mal le cabeza al preguntarme tantas cosas. He vuelto a vivir solo, he terminado las clases, conozco a muchas personas pero frecuento a muy pocas, leo mucho menos que antes, tengo hambre y sueño y el próximo mes empezaré a dar clases en una preparatoria privada. Lo más desgraciado de todo es que, en este espinoso camino, he ido dejando muchas personas importantes para mí y reconozco que no ha valido la pena. Al final del día, de este día, estoy tumbado en mi cama viendo rodar las aspas del abanico y pensando seriamente en lo qué haré mañana cuando vea a mi psicóloga. En qué momento tendré que decirle que mi vida empezó a molestarme, cuándo la nostalgia por un pasado remoto (inventado, por supuesto) en el que creo haber sido feliz invadió este presente descompuesto por mí mismo. Espero no tener que explicárselo.

5 comentarios:

katrina dijo...

Uno siempre pone en perspectiva su pasado y sin querer lo compara con lo que fueron siempre “mejores” tiempos, lo que pasa es que cuanto más sabe uno, más infeliz es, o eso pienso yo, tal vez eso te pasó también, tal vez deberías de retomar la idea de un perro, muchas veces te hace más feliz que la compañía humana, a quién no le gusta el amor y el apoyo incondicional, alguien que no nos juzgue, que maltratemos y hagamos sentir mal sin intención y vuelva a nosotros sin reproches.
Besos Raúl

Dios dijo...

Uno es hijo de sus decisiones. ¿Tu ignorancia de las consecuencias de tus acciones no te permitió elegir lo mejor para evitar tantas pérdidas, tanto abandono? No quiero ser severo, pero la ignorancia no te justifica. Tienes lo que mereces.

Blas Barajas, escritor dijo...

Querido Dios. Había estado pensando en la respuesta que te daría. ¿Qué le podría decir un simple mortal a Dios? Que lo deje en paz, me parece un buen inicio. ¿Qué le importa si pensé o no en las consecuencias? Cómo sabe que no me quejo solo por vicio y que, a pesar de todo, soy feliz con mi amargura y con todo lo que tengo. Tú ya estás muerto, Dios, además no tienes Marías que se van.

Tánori dijo...

camarada, amigo de botella en mamo. Déjate de eso. Y ponte a trabajar!!!

las vida así es de simple y complicada. Es lo más normal.

Levanta tu vieja agenda y marcarme para ir a beber cerveza helada para amortiguar la amargura de la necedad de estar simplemente solo.

Ya no eres el niño que jugaba a ser grande y poeta.

Ahora tomaras un gis y escribirás las lecciones mas aburridas por que así es esto.

El gusto se pierde cuando se empieza hacer algo que tal vez no es lo nuestro.

Saludos.

Blas Barajas, escritor dijo...

Tendrás razón, Tanori. Pero ya no bebo como antes: ahora solo me regalo un día a la semana. Ya estoy planeando mi próximo semestre. He agendado mi vida, mis horas sueltas. He dejado algunos huecos para los amigos como tú, huecos muy grandes. Ya veremos como va la cosa en un pizarrón digital. Besos de lengua