viernes, 25 de septiembre de 2009

Lo que hace uno cuando está aburrido

Reflexiones en torno a la formación del estudiante de Literatura


Uno de los objetivos primordiales de los programas de literatura del país, es el de formar estudiantes con una actitud crítica ante el lenguaje artístico. Pues bien, apenas uno se cerciora de tal propósito puede estarse tranquilo cuando sus familiares le pregunten sobre el ejercicio de su profesión: responderá, sin ningún empacho, que somos capaces evaluar las obras literarias, de criticarlas y, en el mejor de los casos, de establecer correspondencias significativas con otras manifestaciones del quehacer humano.
A algunos estudiantes, entre los cuales me incluyo, nos ha llevado bastante tiempo comprender a qué se refería el plan de estudios con aquello de desarrollar una actitud crítica ante el lenguaje artístico. Aún hoy, a punto de terminar la carrera, tengo severas dudas sobre si he logrado comprender mi perfil de egreso o si he notado que existe una diferencia sustancial entre ser crítico o ser criticón. En el devenir de este proceso me he topado con una herramienta que, según me han dicho y yo no sabía, es casi indispensable para el estudio de nuestra disciplina: la teoría literaria.
Quisiera a continuación bosquejar una serie de reflexiones que van encaminadas a responderme lo que entiendo por crítica, a examinar la utilidad de la teoría y a tratar de explicarme cómo, según yo, la conjunción de ambas actividades conforman el soporte de nuestro quehacer profesional.
Sobre la Crítica
Ser crítico, desde mis perspectiva, implica tener criterio, es decir, capacidad para discernir entre lo que en un determinado momento puede ser artístico, de lo que podría ponerse en duda su naturaleza estética. No es para nada una labor sencilla. Quien actualmente se considere crítico debe sustentar sus opiniones con argumentos sólidos, debe desarrollar un conocimiento detallado de la tradición artística (en este caso la tradición literaria) y necesita tener en cuenta que sus aseveraciones están propensas a ser siempre parciales y, en algunos casos, válidas solamente para determinadas circunstancias. Por otro lado, ser criticón apunta a un acto poco serio intelectualmente hablando ya que se entiende como un ejercicio de descalificación sin ton ni son.
El crítico, como ya se mencionó, es un ser intelectualmente preparado: un lector especializado capaz de opinar sobre algunas obras con cierto rigor científico. Es un lector, pues, que en comparación con otros lectores, digamos comunes, dispone de múltiples herramientas teóricas y metodológicas para verbalizar lo que le ha dicho el texto, como si aquél fuera una suerte de ventrílocuo a través del cual éste dijera algo a alguien. Lo cierto es que ese mismo texto puede expresar muchas cosas en distintos momentos, incluso, podría decirse, que el texto también contiene su propia contradicción o al menos la sugiere. Mencionadas, entonces, algunas de las actitudes y características que, desde mi punto de vista, deben reunir quienes están interesados en la crítica, quisiera dar cuenta de lo que me parece, al igual que a Mario Valdez, la función toral del ejercicio crítico: la interpretación
Contrario a lo que comúnmente se daba por sentado respecto a la interpretación, es decir, que ésta ocupa un punto medio en el continuum que va desde la objetividad (descripción) a la subjetividad (la evaluación), Mario Valdez argumenta que el proceso interpretativo es el resultado de una dialéctica entre la explicación y la compresión. La explicación “consiste en quitar toda extrañeza al objeto que se examina de modo que se vuelva más familiar” (Valdez 318). Sin embargo, para fines de este proceso, la explicación tiende a manifestar la composición de la obra y a exponer las relaciones internas de la estructura y de la composición. Comprender un texto “es captar la intencionalidad que hace de él un todo y no simplemente un ensamblaje de palabras” (Valdez 328). La comprensión es un esfuerzo por percibir el sentido de la obra en su totalidad, aunque, como se sabe, tal comprensión no puede ser completa ni última, sino provisional e inconclusa. En resumen:
Explicar consiste en poner manifiesto la estructura del texto, o mejor dicho, en comentar la organización interna en el contexto del conjunto de los textos que denominamos literatura; comprender consiste en captar la unidad de un texto y responder a sus exigencias, interpretar un texto, en suma, es seguir la vía abierta por el texto y comunicar esta experiencia. (Valdez 21)
La interpretación, entonces, como resultado del vaivén entre la explicación de carácter social y la comprensión de naturaleza individual, se erige como una actividad intersubjetiva cuyo fin es extraer de los textos su significación humana. Es obligación, pues, del crítico- interprete, como lo denomina Valdez, entender el texto como un objeto abierto y dinámico y que sus acercamientos sólo podrán vislumbrar una arista del hecho literario y reconstruir otros.
Dicho lo anterior, alguien podría preguntarse sí la interpretación es una actividad reservada a la exquisitez del crítico o sí criticar tiene alguna función práctica en la sociedad. La respuesta a la primera interrogante tendría que ser negativa, porque en dado caso estaríamos dotando al crítico de un halo místico y reservándole el derecho divino de la exégesis. Lo que podría alegar en su favor es que éste, a diferencia del intérprete común, intenta comprender la obra en niveles que van más allá de lo inmediato. En consonancia con lo anterior cualquiera puede interpretar, “bien o mal” un texto (sinceramente no creo que las obras sean susceptibles a cualquier interpretación. Tampoco creo que pueda hablarse de malas o buenas interpretaciones sino de interpretaciones pertinentes o no pertinentes), pero ser crítico-interprete requiere, según lo entiendo, de un método de análisis formal y de una actitud filológica en el amplio sentido de la palabra. La segunda pregunta debería responderse afirmativamente, sin embargo me temo que la noble función de producir una determinada comprensión y compartirla se restringe a un reducido público que, por si fuera poco, forma parte del mismo círculo. Luego resulta que las comprensiones que felizmente compartimos son sujetas a otras comprensiones y éstas a otra y así sucesivamente. En este sentido la crítica podría correr el riesgo de volverse su propio objeto de estudio.
Nuestra obligación como futuros críticos-interpretes, según mi perspectiva, debe consistir en despojarnos de ciertos vicios (como los el expuestos arriba), de entender que nuestras interpretaciones no desplazan a ninguna otra sino que se suman a otras tantas y, para mí la obligación primordial, radica en ser propositivos y abiertos ante la amplia gama de posibilidades y rutas críticas que se nos ofrecen.
Sobre la teoría
Las corrientes teóricas son acercamientos a las obras literarias que pretenden definir, cada una a su modo, la especificidad de su objeto de estudio y dar cuenta de los procesos que se llevan a cabo dentro y fuera de la obra. Un recorrido por las principales teorías nos revelaría que la literariedad es intrínseca a la obra y que su especificad recae en una manipulación del lenguaje. En el extremo opuesto, la pragmática argumentaría que no hay nada al interior del texto que lo haga distinto a cualquier otro acto de habla, por tanto, el hecho de que sea o no literario radica fuera de él y en la mayoría de los casos se trata de una convención.
Sin embargo los debates no se reducen a lo anteriormente expuesto. Ha habido debates algunos que se dedican a cuestionar los presupuestos que parecían más firmes y que tenían una vigencia milenaria (pienso en Derrida versus toda la crítica desde Aristóteles hasta el estructuralismo), otros que cuestionan la jerarquía de ciertas manifestaciones culturales alegando, más que un juicio estético, un principio ideológico (pienso en la teoría de los polisistemas versus la tendencia tradicionalistas), entre tantos otros.
El formalismo, la nueva critica, los estructuralismos, las teorías de la recepción, la semiótica y un cúmulo considerable de propuestas surgidas en el marco de la posmodernidad nos dejan ver una multiplicidad de reflexiones, a veces complementarias y en otras ocasiones contradictorias, sobre el hecho literario que no podemos ni debemos descalificar del todo, aunque no las compartamos cabalmente. Mi postura al respecto es que no podemos aplicar un mismo marco teórico para todas las obras, ya que, pudiera darse el caso de que algunos, sencillamente, nos ayuden a comprender absolutamente nada. Creo, también, que cada sistema teórico construye nociones que, a pesar de acusar a la totalidad de sus ideas de cierta caducidad, permanecen vigentes y siguen alumbrando ciertos procesos que pretenden dar cuenta del dinamismo del sistema literario (pienso en la noción de dominante del formalismo ruso).
Entre la crítica y la teoría
Sobre el crítico se ha dicho que es un individuo incapacitado para crear arte, que encierra una especie de frustración debido a su incapacidad creativa. Desde la postura de José Joaquín Blanco hacer crítica es, de algún modo, hacer arte. Un arte que no radica en el preciosismo y la certeza de las apreciaciones, sino en articularlas de una manera coherente, clara y objetiva. El argumento resulta un poco débil ya que nadie, o casi nadie, podría atribuirle al arte dichas cualidades, a mi parecer, un tanto clasicistas. Empero, hay otros puntos de vista que sostiene la posibilidad de hacer del ejercicio crítico una manifestación artística, aunque su intencionalidad sea diametralmente opuesta:
…la actividad crítica de la literatura y la cultura, como descripción y explicación de un fenómeno, supone indudablemente, la presentación a un interlocutor de las características distintivas del hecho estudiado, pues de esta manera podrá tener un contacto más genuino y profundo con él- significativamente hablando. Dicha actividad, si bien producto del gusto o del disgusto que produce un ente literario o cultural determinado, es al final de cuentas un acto de conocimiento objetivo que busca dar cuenta de la presencia trascendente que tiene el fenómeno por el hecho mismo de ser, de existir, de tener unos elementos y unas relaciones que los conforman como signo. […] La actividad crítica en la literatura y la cultura no es sólo una manera de “hacer arte” por ser un mero acto de escritura coherente, claro y objetivo, sino que se revela al final de cuentas como la búsqueda y/o creación intencional de una imagen de mundo que le permita la comprensión objetiva y desprejuiciada de una realidad aparente, pero en el fondo una tiene una razón natural de ser, universal y trascendente. (Bobadilla 13-16)
Comparto esta particular concepción que Gerardo Bobadilla tiene sobre la crítica y su función aunque comprendo que las discusiones en torno a esta concepción siguen y seguirán generando puntos de vistas encontrados. (Pienso en los debates suscitados en la revista de letras libres, o en los comentarios de Cristopher Domínguez Michel al respecto de la noción de la crítica de Jorge Cuesta, etcétera).
Como ya he mencionado arriba, el objetivo primordial de la crítica es interpretar; interpretar consiste en extraer del arte, apoyándonos en un amplio abanico de vías críticas y de metodologías, su significación humana, es evidente, entonces, pensar en el ejercicio crítico despojado de las sistematizaciones teóricas. Incluso podríamos decir que nos existiría crítica sin teoría y viceversa.
A manera de conclusión
· Los sistemas teóricos no son marcos dentro de los cuales caben todas las obras; más bien parece que cada uno de ellos es capaz de observar cosas distintas en un mismo texto.
· La teoría y la crítica son, a mi parecer, indisociables. La primera debe estar en función del arte (que no lo contrario) y la segunda en función de los lectores.
· El ejercicio crítico sí es una actividad reservada (perdón si exotizo) para lectores especializados. Lo cual no implica que alguien no pueda ser un lector especializado.
· Un crítico no se dedica a pontificar autores ni obras, sino a despojar textos de cierta extrañeza y a compartir lo que de éste extrajo.
Bibliografía
Encinas, Gerardo Bobadilla. Apuntes sobre literatura, cultura y otras notas. Hermosillo: Universidad de Sonora, 2004.
Valdez, Mario. «De la interpretación.» Marc Angenot, Jean Bessiére, Douwe Fokkema, Eva Kushner. Teoría literaria. México: Siglo XIX, 1993. 317-330.

3 comentarios:

No soy yo, eres tú dijo...

me huele a trabajo final ...

Oscarín rin ring dijo...

Me causa un tanto de escozor el que limites la crítica para lectores especializados. Bien tratas de distinguir entre un texto crítico (con su objetivo de comprender e interpretar una manifestación artística) y un texto criticón (que fuera de ser una postura con el fin de encontrar defectos sin fundamentos, lo considero como otro tipo de ejercicios que no dejan de ser críticos pero sí menospreciados, como la reseña, o la sinopsis) como dos ejercicios con un compromiso distinto hacia el lector y hacia el arte mismo. A fin de cuentas, resolviendo que la teoría y la crítica existen casi por reciprocidad, me incomoda el pensar que la crítica pueda considerarse una manifestación artística si sólo está destinada a un sector especializado de la población lectora. Si bien, el arte no es entendido por todos, es evidente que la crítica, siendo un discurso en función de una obra artística, es entendida por una menor cantidad. Lo curioso aquí es la intención que la crítica tiene, ¿o es que no era el tratar de explicar y comprender la obra artística?
A fin de cuentas, creo que mi punto es sencillo: Ya que la obra artística no se muestra transparente, sino a partir de una forma discursiva específica (sea pintura, teatro o danza), trata de representar una construcción de una realidad; la crítica como aparato y ejercicio busca abstraer el discurso que constituye la obra artística para acercarla y desentrañarla. Entonces: ¿Por qué se separa de las masas y se preserva para un grupo selecto de la sociedad? ¿Será la complejidad de su discurso en función a la teoría o es mera entrega en la pretensión del discurso mismo de la crítica? Como señalaste: “En este sentido la crítica podría correr el riesgo de volverse su propio objeto de estudio.”

Blas Barajas, escritor dijo...

Aunque no entendí mucho de tu comentario, digo lo siguiente. Al decir lector especializado, no quiero decir que sea un lector que se encuentre en el círculo académico, aunque casi siempre están por esos rumbos. Creo que la reseña o la sinopsis, no sé si estén o no menospreciados, no son textos criticones, sino que su naturaleza es distinta. Ahora, el hecho de que la crítica esté dirigida a un sector especializado de la sociedad no es porque la crítica así lo tenga pensado, creo que es una cuestión que tiene que ver con la literatura misma. Al fin de cuentas está dirigida a cualquiera que puede leerla y esta se queda en un pequeño círculo. Además, existe la idea de que la crítica es un discurso hiperespecializado y parasitario (parece que cada vez está más de moda la idea), por eso se pierde el interés en él, si que alguna vez existió alguno. Lo demás no te lo entendí jajajja