lunes, 9 de noviembre de 2009

Hace meses que no puedo dormirme temprano. Cuando por fin lo logro, despierto en la madrugada y me es imposible conciliar el sueño. Cada mañana me siento como si un camión me pasara por encima de ida y de vuelta. Aún así tengo el descaro de ir a la escuela por las mañanas a tomar café y a ver a la gente pasar por los pasillos. Los veo a todos y por fin, después de cuatro años, siento que los quiero más de lo que algún día llegué a imaginarlo. En una de esas estaba cuando vi pasar a la que hoy es mi nueva mujer de mi vida (después de todo, todas han sido el amor de mi vida, según Efraín Huerta). Me ahogué con el humo de cigarro y derramé sobre mi camisa nueva, en aquel entonces era nueva, el vaso de café que me revivía aquella mañana acosada por la impertinencia de un frente frío que nos hizo sentirnos por un momento en el polo norte. Estuve tentado a usar gabardina y guantes, pero una vez que los hube desempolvado, el maldito frente frío se había ido a volar para otro lugar. Mi amorío aún no sabe que yo estoy dispuesto a vender muchas de mis vacas para complacerle hasta el mínimo de sus caprichos, creo que tampoco sabe de mi existencia pero me aseguraré de que lo sepa pronto. Sigo pensando en la manera más eficiente. Saludos al Necaxa que debe estarla pasando muy bien en compañía del León.

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