Mi madre no me contesta las llamadas. Mi mujer me dejó y mi última novia, que ha sido la única de verdad, no quiere saber nada de mí. El cantinero de la cantina que frecuento ha enloquecido: ahora le da por montarse en su malacopa y ha dejado de escuchar a los clientes que como yo exigen la atención y un mal consejo. Ese mundo se ha puesto de cabeza. A mis años, con muchas frustraciones a cuestas, con un pésimo estado de salud anímica y sin muchas expectativas en mi horizonte profesional he pensado en el suicidio. Y es que, ha mis años, que mi madre (la única mujer de este mundo que había sido capaz de perdonarme todo) no me conteste, que mi única hermana me hable solamente para enlistarme sus reproches y que apenas y sepa que es de mi único hermano… Dios: llévame pronto. De mi padre prefiero no hablar. El resto de mi familia me detesta por abusivo y mentiroso.

Antes, cuando aún era joven, lo mío, lo que se dice lo mío, era el chantaje y el exhibicionismo. Pero ahora que la gente se ha venido cansando de mis dramas (repetidos todos) me he quedado solo, irremediablemente solo y destruido. He quemado las naves y he visto demasiadas novelas baratas. Entonces, ahora que tengo mis años y que mis tretas para apelar a la lástima de los otros han dejado de funcionar, puedo decir que estoy preparado para quitarme la vida, si todo me sale bien. Dios: me voy con el fracaso a cuestas de no haber ganado nunca el concurso de libro sonorense (el que todos ganan, menos yo). Sólo espero que no les duela mucho y que el rumbo de los días pueda seguir su mismo cauce.