viernes, 5 de agosto de 2011

Frente a la cajetilla de cigarros y con el encendedor, aquel que me regalaste, en la mano izquierda, una tarde en la que me preguntaste por mí, dejé de fumar definitivamente. No por salud, sino por hastío. Te resultarán curiosos mis motivos, pero ese día sin calar aquel cigarrillo amargo, lo dejé para siempre. Desde entonces siento que tengo las manos impregnadas de nicotina y de un olor indescriptible que me remonta a todo tu cuerpo. Una vez, en una conferencia a la que fuimos juntos, un escritor curioso que se había dado a la exhaustiva tarea de indagar en la neurología para escribir un libro sobre la memoria, lanzó una pregunta al aire: ¿cuál de nuestros sentidos tenía una conexión más inmediata con nuestros recuerdos? Hubiera sostenido, casi sin dudarlo, que la vista. Pero me convenció con otra idea. Era el olfato, según él, el detonante de la nostalgia. Habló de su infancia en un pueblo del sur del estado y de los trajines que lo llevaron a la escritura, un poco sobre Rulfo y de su corta estancia en la Universidad de Sonora. Luego volvió al punto de partida: el recuerdo de un recuerdo desatado por un olor tan poco conocido en estos lugares. El olor a tierra mojada, la columna vertebral, el hilo invisible que unió el pensamiento de otra época de su vida. Y pensé, entonces, en toda la razón que inundaba aquellas reflexiones. Sin embargo, pienso ahora ¿es posible que yo conserve algún olor tuyo si hace tanto que no te veo? Es decir, ¿es probable que ese olor sea también parte de mi memoria o que la memoria de esta casa albergue aún tu fragancia? Yo no sé. Existen casos de personas que sienten dolor en las extremidades que ya no tienen y la sensación es verdadera. ¿Por qué no habría de dolerme a mí un olor que ni siquiera puedo comparar con algo? Recuerdas aquello que reza: ¿uno es la consciencia de sí? Uno es sus recuerdos y la memoria. Para mí, desde ese día, uno también es sus olores atendiendo a que no logro distinguir si éstos están en la memoria o en las entrañas de las cosas.

5 comentarios:

martín dijo...

mamón, pero muy bien escrito, eso que ni qué

salud!

Blas Barajas, escritor dijo...

Awevo que escribo bien, Martín! Salud

Patricia. dijo...

yo te recuerdo por tu olor a América. ¿qué te parece?

Anónimo dijo...

yo te recuerdo por tu perfume y a veces el olor de tu ropa no siempre limpia

Knaer dijo...

Estoy de acuerdo en que el olfato es lo mas directo a los recuerdos, ya que, en mi caso, mis emociones se dan por olores, por ejemplo: una oficina estadounidense me hace recordar aquellos momentos en los que viví en phoenix y que ese mismo olor se hacia pasar por los pasillo de la escuela en la que yo me encontraba, debido a lo anterior, me llegaban sentimientos de coraje y tristeza por los malos tratos que recibí en esta. Tambien como recientemente (hoy) en mi casa por tan solo un instante percibi un olor caracteristico de la casa de mi ex, la cual me trajo alegria que fue remplazada por melancolia. Creo que el olor es lo mas cercano a los recuerdos porque el olor lo sientes, es decir, cuando el aire entra a las osas nasales y pasa hasta tus pulmones y regresa, eso, deja algo en ti y lo disfrutas lo repudias según sea el caso, en cambio, la vista simplemente es algo que tu cerebro representa en tu cuerpo, claro si llegase a ser impactante lo que ves. El olor siempre esta ahí y puede que se presente dos veces un mismo olor con diferente contexto pero no una misma visión, jamas podría suceder esto, así sea en una fotografía, todo lo demás es diferente.

Bueno al menos eso pienso yo.